Tomado de Granma
Si el material ya despertaba una repulsa inmediata sobre el individuo,
al desenmascarar la calaña curricular de un tipo que instruye
encapuchados con armas blancas, peores sentimientos levantó en su contra
el humorístico sketch de autoagredirse tres veces de bruces contra la
mesa, a fin de justificar con moretones la acusación del supuesto
maltrato policial.
El material
televisado despertó una repulsa inmediata sobre el individuo, al
desenmascarar la calaña curricular de un tipo que instruye encapuchados
con armas blancas.
Se leían de vez en vez, pero
«caradura» y «descarado» no fueron precisamente los más usados
calificativos que en pocas horas inundaron las redes sociales y los
comentarios bajo los titulares digitales, o bajo el sol de la parada de
la guagua.
Puesto en evidencia mediante un reportaje de la televisión nacional,
el papelazo del delincuente José Daniel Ferrer –la última marioneta
mercenaria empujada por el Gobierno de Estados Unidos a la pasarela de
las calumnias mediáticas contra Cuba– ha atizado en la opinión pública
una cascada de reacciones que mezclan la burla con la ira, y se expresan
en cientos de criterios «cariñosos», demostrativos de que un cubano
«encendí’o de rabia» –cuando le agitan el orgullo patrio– tiene algunas
palabritas reservadas para la mentira burda de un contrarrevolucionario.
Si el material ya despertaba una repulsa inmediata sobre el
individuo, al desenmascarar la calaña curricular de un tipo que instruye
encapuchados con armas blancas, propina golpizas espeluznantes a sus
propios compinches y secuestra personas, peores sentimientos levantó en
su contra el humorístico sketch de autoagredirse tres veces de bruces
contra la mesa, a fin de justificar con moretones la acusación del
supuesto maltrato policial.
La desfachatez, por supuesto, fue el primer aguijón que punzó la
opinión. Con los tonos de quien dice «si me pinchan no echo sangre»,
continuos comentarios denunciaron la bajeza de personajes tales, lo
fácil que se venden por dinero, las evidentes cualidades criminales, y
las peligrosas asociaciones en grupúsculos que reproducen patrones
terroristas como el de las capuchas y los cuchillos.
Listas grandes de criterios se alinean en remarcar la necesidad de
mantener nuestras calles limpias de gente similar, en no permitir
libertades a bandidos de esa fibra, que en la proclamada lucha
contrarrevolucionaria se confirman amenaza de la tranquilidad social.
Juan Alberto apeló al rigor total de la ley para condenar actitudes
ilegales al servicio de potencias extranjeras, mientras Lina Rey remedó
los sicarios de Batista y ubica al tipo entre aquellos voluntarios que
se activarían durante los «tres días para matar» que han pedido en su
sueño de derrocar a la Revolución.
Un lector firmado Kchi cuestiona irónicamente el respeto a que aspira
la contrarrevolución con líderes sociópatas como Ferrer, a la vez que
alguien bajo las señas de Flower llama payasada digna de circo al
montaje histriónico del delincuente.
Pero cubanos al fin, ni la molestia profunda desplaza la típica manía
de chistar con el ridículo tantas veces visto en guiones parecidos. Así
leemos a alguien que lo invita a comer «quimbombó en plato llano»,
ahora en la mesa de la justicia cubana, o aquel que parodia la vocería
disidente pidiendo someter a un tribunal de derechos humanos «al buró de
madera llamado Quiñones, por golpear al pobrecito», y hasta el post del
melómano que con permiso del español Antonio Molina, solicita
reescribir, ahora en masculino, su canción «El bien paga’o».
Sin embargo –porque la memoria cubana en estos asuntos no olvida
nunca a los mercenarios–, las opiniones rememoran, una y otra vez, los
capítulos ya conocidos de «la huelga del aguacate», en que parientes de
un tal Roque fueron sorprendidos pasando por las ventanas comida a los
«estoicos», y el del titulado poeta Valladares, que se dejó grabar
andando sobre sus piernas, atlético y ligerísimo, rumbo a la escalerilla
del avión que lo llevaba a cobrar su largo show de inválido preso.
Aunque demorado, el de Ferrer trajo ahora la parte tercera de la saga.
¿Fuera de Cuba? Muy pocas reacciones que leer. Nadie comenta lo que
no ve públicamente, y la filmación, al parecer, no gustó mucho a las
transnacionales vocingleras encargadas de escandalizar.
¿Habrán rodado algo del videíto? Todo indica que no. Ellos son
«exigentes» con el cine, pagan por eso, y aunque fue de premio Óscar la
actuación, pobre Ferrer, el pretendido drama de terror le resultó una
comedia mediocre.

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