
Este miércoles primero de noviembre, la votación en la Asamblea
General de las Naciones Unidas contra el bloqueo económico, comercial y
financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba desde 1960, marcará la
primera derrota de la diplomacia de guerra de Washington bajo la
administración de Donald Trump.
Después de los modestos pasos dados por Barack Obama, la obcecación y
tozudez de Trump y su troika de generales (James Perro loco Mattis,
secretario de Defensa; H. R. McMaster, consejero de Seguridad Nacional, y
John Kelly, jefe de gabinete) les impiden ver que están llevando las
relaciones bilaterales a un terreno donde las autoridades de la isla
están acostumbradas a lidiar y son más fuertes: el enfrentamiento, con
base en las normas del derecho internacional; amén de que ello es un
factor de unidad interna, que lejos de debilitar al gobierno cubano, le
permite aumentar su respaldo dentro y fuera del país.
Como ha repetido una y otra vez la cancillería cubana a distintos mandatarios estadunidenses,
cualquier
estrategia dirigida a cambiar el sistema político, económico y social
en Cuba, ya sea la que pretenda lograrlo a través de presiones e
imposiciones, o empleando métodos desestabilizadores más sutiles o
encubiertos, estará condenada al fracaso.
Desde 1992, cuando Washington reforzó el bloqueo con la aprobación de
la extraterritorial Ley de Democracia Cubana (también conocida como Ley
Torricelli), Cuba promovió y logró pasar el voto de condena en la ONU
en 25 ocasiones consecutivas. En 2016 sumó el apoyo de 191 Estados de
los 193 que forman el organismo. Sólo Estados Unidos e Israel votaron en
contra. No obstante, en abierto desafío a ese consenso y al derecho
internacional, Trump reforzó el bloqueo en junio de este año, lo que
podría retrotraer los vínculos con la isla a los peores momentos de la
época de la guerra fría.
El 16 de junio pasado, tras pronunciar un discurso cargado de una
retórica hostil en el teatro Manuel Artime de la Pequeña Habana de
Miami, Trump firmó una directiva denominada “Memorando Presidencial de
Seguridad Nacional sobre el Fortalecimiento de la Política de los
Estados Unidos hacia Cuba”.
El principal objetivo del memorando es revertir los avances alcanzados por el antecesor de Tump en el cargo,
después de que el 17 de diciembre de 2014 los presidentes Raúl Castro
Ruz y Barack Obama dieran a conocer la decisión de restablecer las
relaciones diplomáticas e iniciar un proceso hacia la normalización de
los vínculos bilaterales.
Atizado por la mafia anticastrista y antipatriótica conformada por
los cubano-estadunidenses de Miami, el magnate neoyorquino reincide en
la vieja y enfermiza obsesión que frustró a once sucesivas
administraciones de la Casa Blanca, de Dwight Eisenhower a Obama,
pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre,
Clinton y Bush hijo.
Según el experto estadunidense Arnold August, la redacción del
memorando dirigido a provocar un “cambio de régimen” en la isla recayó
principalmente en el asesor de seguridad nacional, general H.M.
McMaster, y el jefe de gabinete Reince Prebius, bajo la asesoría del
senador Marco Rubio y el representante Mario Díaz-Balart, ambos
integrantes del núcleo duro de la industria de la contrarrevolución de
la Florida.
Marco Rubio, quien fue ridiculizado por Trump durante las elecciones
primarias del Partido Republicano, es miembro del Comité de Inteligencia
del Congreso y durante la actual administración se ha vuelto un
protagonista de la política estadunidense hacia Cuba, abogando por el
recrudecimiento del bloqueo e impulsando la ruptura de relaciones.
Iguales propósitos guían a Mario Díaz-Balart, cuyo padre y abuelo
apoyaron a la dictadura de Fulgencio Batista.
Ambos políticos republicanos provienen de Florida, un estado muy
disputado donde los cubano-estadunidenses representan más del 5 por
ciento del electorado. Aunque su influencia se ha deteriorado desde hace
algún tiempo, los dos conservan una influencia sustancial en los
principales medios de difusión masiva del sur de Florida, incluyendo
radio y televisión, así como en El Nuevo Herald, edición en español del
Miami Herald.
El gobierno de Raúl Castro ha venido modificando paulatinamente el
sistema político-económico de Cuba y se ha abierto a la inversión
extranjera y al único mercado que existe en el orbe. En ese sentido,
reforzar el bloqueo va en contra de los propios intereses del magnate
Trump como exitoso hombre de negocios y exhibe su doble moral.
Por otra parte,
el bloqueo afecta de manera directa los
intereses de empresarios cubano-estadunidenses que votaron por Trump y
quieren invertir en la isla, por lo que está cometiendo una clara torpeza política al reforzar la política de aislamiento en vez de ponerle fin.
Varias encuestas realizadas en Estados Unidos, entre ellas la del
Centro de Investigaciones PEW (Pew Research Center), un think tank con
sede en Washington que brinda información sobre problemáticas, actitudes
y tendencias que caracterizan las relaciones de ese país con el mundo,
revela que 76% de los estadunidenses consultados apoya el proceso de
normalización diplomática con Cuba iniciado por Obama. Asimismo,
establece que 65% de los republicanos, 83% de los demócratas y 75% de
los independientes entrevistados apoyan el proceso.
Otra encuesta de la Universidad Internacional de Florida (Florida International University, FIU), da cuenta de que
68%
de la población del estado de la Florida apoya el proceso de
normalización de relaciones, con un 90% de respaldo en los jóvenes y de
83% entre los votantes registrados.
Cuba es uno de los países más seguros del mundo, por lo que
las manipulaciones políticas y mediáticas acerca de supuestas
afectaciones a los extranjeros en su territorio son insostenibles
y forman parte de las maniobras desestabilizadoras concebidas por
sectores que manejan los hilos de la política hacia la isla, como los
susodichos Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, además de Carlos Curbelo,
Ileana Ros-Lehtinen, Ted Cruz, Bob Menéndez y Albio Sires, que encabezan
en la coyuntura una coalición de congresistas de ultraderecha
republicano-demócrata interesada en mantener el bloqueo y hacer
retroceder los vínculos bilaterales.
Al dejar la “política cubana” en manos de esa coalición de
legisladores que lucran con la industria de la contrarrevolución que
tiene su epicentro en Miami, Trump choca con los intereses de
importantes actores estadunidenses como Airbnb, novena compañía en
ingresos por movimiento de turistas: sectores de agricultores que
atraviesan una de las crisis más agudas desde la década del 30, y
productores de lácteos que pierden anualmente millones de dólares que
Cuba compra en ese renglón.
A guisa de ejemplo, la cosecha de 2016 alcanzó una cifra récord en
Estados Unidos, pero permanece en almacenes abarrotados de trigo, maíz y
otros granos por falta de mercado. El trigo es el segundo rubro de
importación cubana y se compra a Canadá, China y Francia, que se
benefician a costa de los granjeros de la Unión Americana a causa del
bloqueo.
Según dichos del senador republicano por Kansas, Jerry Moran,
estudios sobre la dieta de la población cubana demuestran que debido a
las restricciones de comercio con Cuba, los agricultores de Estados
Unidos perdieron entre 2013 y 2015, mil millones de dólares en
exportaciones.
El recrudecimiento del bloqueo también afecta a los emprendedores
privados cubanos −el sector privilegiado por Barack Obama como una de
sus principales herramienta para su política encubierta de “cambio de
régimen” en Cuba− directamente vinculados al sector turístico, que
podrían dejar de ganar hasta 21 millones de dólares en lo que queda del
año.
Los llamados emprendedores hospedaron, alimentaron y
transportaron una parte significativa de los 285 mil visitantes
estadunidenses que estuvieron en Cuba en los primeros cinco meses de
2017 y se perfilan como los grandes perdedores tras la aplicación de las nuevas enmiendas introducidas por la administración Trump.
¿Moraleja?
A mayor bloqueo estadounidense a Cuba, mayor
apertura de puertas del naciente mercado cubano a los inversionistas
europeos y latinoamericanos.
El voto en contra del bloqueo a Cuba en la ONU, el próximo miércoles,
irá una vez más en sentido inverso a la postura de Washington y su
socio privilegiado en Medio Oriente, Israel. No obstante, y pese al
consenso internacional, es previsible que los generales que se
apoderaron del control de la Casa Blanca: James Perro loco Mattis; H. R.
McMaster y John Kelly, persistirán en la aplicación de una política de
guerra no convencional y asimétrica contra Cuba, que en sus diferentes
fases y modalidades ha venido fracasando desde el triunfo de la
revolución en 1959.
(Tomado de CUBADEBATE)