Por
Patricia Hernández Acevedo
Tomado de Cubadebate
Ellos son muchachos normales, jóvenes del siglo XXI a los que les
gusta salir de fiesta, pasar el rato con amigos hablando de cualquier
cosa, enamorarse. Ellos tienen proyectos de vida, sueños que cumplir, aspiraciones.
Aquellos también lo eran, también tenían sueños, y también eran muy jóvenes. Solo una cosa los diferencia, además del siglo en que les tocó vivir: ellos han podido cumplir sus metas, a aquellos no se lo permitieron.
Un absurdo, un sinsentido les arrancó la vida. La acumulación de muchos años de odio, el miedo de perder el control, el afán de generar terror en una sociedad que daba muestras de despertar.
Ellos ahora son parte de la historia del cine de este país, pues por primera vez en el séptimo arte, los rostros de los Estudiantes de Medicina fusilados en 1871 salieron de la frialdad de los libros y tomaron forma en jóvenes actores de entre 20 y 28 años. Asumieron estos roles con la mayor seriedad, conscientes de que, a partir de la película, este hecho quedaría en la memoria histórica cubana de la forma en que ellos fuesen capaces de interpretarlos.
Tal como se nos suele enseñar, como una página más en un libro de historia, como una fecha más en la lista a memorizar, no somos capaces de imaginar que esto que vemos en pantalla, y que nos parece improbable, es tan real como nosotros mismos, pues a veces, la realidad supera con creces a la ficción, y este es el caso.
A ellos les gustó la idea de reunirse nuevamente después de casi un año de estrenar el filme, para hablar de esa experiencia en común. Después de ver la película es un tanto chocante encontrarlos en short, con gorra, móvil en mano y audífonos al cuello, y tan bromistas como cualquier cubano.
Aún no había hecho la primera pregunta y ya comentaban las peripecias durante la filmación, los momentos de chistes y los de seriedad. Cuentan que la química surgió desde los primeros días, como si el destino común de sus personajes los conectara irremediablemente durante los tres meses de grabación, y aun después de culminar.
Yaremis Pérez, quien fungió como directora de actores e interpretó el papel de Consuelo, esposa de Fermín en 1887, quería “actores sensibles y humanos”, y el hecho de ser profesora de la Escuela Nacional de Arte (ENA) le permitía tener un amplio diapasón para escoger, aunque no se realizó casting. Finalmente, fueron Amaury Millán (Carlos Verdugo), Ricardo Saavedra (Eladio González), Ángel Ramón Ruz (Juan Pascual), Luis Manuel Álvarez (Anacleto Bermúdez), Justo César Valdés (José de Marcos y Medina), Carlos Busto (Alonso Álvarez de la Campa), Omar González (Carlos de la Torre y Madrigal) y Reinier Díaz (Ángel Laborde) quienes se convertirían en los ocho estudiantes de medicina asesinados.
Mientras tanto, Yasmani Guerrero, quien sí pasó por un proceso de casting, encarnaría a un obstinado Fermín Valdés Domínguez, quien ahora dejaba de ser solo el amigo de Martí para hilar la trama de una historia a dos tiempos.
¿Cómo construyeron sus personajes?
Aquellos también lo eran, también tenían sueños, y también eran muy jóvenes. Solo una cosa los diferencia, además del siglo en que les tocó vivir: ellos han podido cumplir sus metas, a aquellos no se lo permitieron.
Un absurdo, un sinsentido les arrancó la vida. La acumulación de muchos años de odio, el miedo de perder el control, el afán de generar terror en una sociedad que daba muestras de despertar.
Ellos ahora son parte de la historia del cine de este país, pues por primera vez en el séptimo arte, los rostros de los Estudiantes de Medicina fusilados en 1871 salieron de la frialdad de los libros y tomaron forma en jóvenes actores de entre 20 y 28 años. Asumieron estos roles con la mayor seriedad, conscientes de que, a partir de la película, este hecho quedaría en la memoria histórica cubana de la forma en que ellos fuesen capaces de interpretarlos.
Tal como se nos suele enseñar, como una página más en un libro de historia, como una fecha más en la lista a memorizar, no somos capaces de imaginar que esto que vemos en pantalla, y que nos parece improbable, es tan real como nosotros mismos, pues a veces, la realidad supera con creces a la ficción, y este es el caso.
A ellos les gustó la idea de reunirse nuevamente después de casi un año de estrenar el filme, para hablar de esa experiencia en común. Después de ver la película es un tanto chocante encontrarlos en short, con gorra, móvil en mano y audífonos al cuello, y tan bromistas como cualquier cubano.
Aún no había hecho la primera pregunta y ya comentaban las peripecias durante la filmación, los momentos de chistes y los de seriedad. Cuentan que la química surgió desde los primeros días, como si el destino común de sus personajes los conectara irremediablemente durante los tres meses de grabación, y aun después de culminar.
Yaremis Pérez, quien fungió como directora de actores e interpretó el papel de Consuelo, esposa de Fermín en 1887, quería “actores sensibles y humanos”, y el hecho de ser profesora de la Escuela Nacional de Arte (ENA) le permitía tener un amplio diapasón para escoger, aunque no se realizó casting. Finalmente, fueron Amaury Millán (Carlos Verdugo), Ricardo Saavedra (Eladio González), Ángel Ramón Ruz (Juan Pascual), Luis Manuel Álvarez (Anacleto Bermúdez), Justo César Valdés (José de Marcos y Medina), Carlos Busto (Alonso Álvarez de la Campa), Omar González (Carlos de la Torre y Madrigal) y Reinier Díaz (Ángel Laborde) quienes se convertirían en los ocho estudiantes de medicina asesinados.
Mientras tanto, Yasmani Guerrero, quien sí pasó por un proceso de casting, encarnaría a un obstinado Fermín Valdés Domínguez, quien ahora dejaba de ser solo el amigo de Martí para hilar la trama de una historia a dos tiempos.
“En el rodaje nos decían todo el tiempo, no sé si para tranquilizarnos o para ponernos más nerviosos, que teníamos una gran responsabilidad porque íbamos a dar rostro a esos personajes por primera vez, pues hasta ahora solo había algunas imágenes ficcionadas del hecho”, comenta Carlos, quién tuviera a su cargo el personaje más sensible de la trama.Según el director del filme, Alejandro Gil, y su guionista, Amílcar Salatti, con esta cinta buscaban humanizar a los estudiantes de medicina, y romper esa distancia histórica que impide que un hecho como este sea visto con la magnitud que, a juicio de ambos realizadores, tiene.
¿Cómo construyeron sus personajes?
Yasmani: Aunque fuese una época en que la gente era
más refinada, estamos hablando de muchachos de 14 a 19 años, que a lo
mejor se comportaban de una manera delante de su familia, y en la
escuela cuando están entre ellos de otra. Es como somos nosotros ahora
también. En cuanto a Fermín, eso era una novedad para la gente, porque
en la escuela no te lo dan tampoco, la gente siempre tiene a Fermín como
el amigo de Martí, y Fermín era mucho más que eso, luchó desde España, y
escribió el libro allá.
Ricardo: Desde nuestro punto de vista, partiendo de
experiencias personales, de cómo reaccionaríamos ante una situación así,
pero todo desde nosotros.
Amaury: Alejandro (Gil) desde el principio nos dijo:
“Hagan a un muchacho cubano, que estudia medicina”, claro que, cuidando
la gestualidad de la época, pero nos dio mucha libertad, nadie sabe
cómo se movían, cómo bromeaban, y aunque era un muchacho del siglo XIX a
lo mejor era más cercano de lo que uno piensa.
Omar: El hecho se conoce, pero no hay datos de cómo
eran estos muchachos, eran muy jóvenes. De algunos se sabe por las
cartas familiares, pero no había una descripción psicológica, por eso
Ale quería que lo hiciéramos con nuestra verdad.
Carlos: No te voy a negar que fue complicado, porque
cuando te hablan de un personaje histórico real uno le pone demasiada
energía, nos pasa con todos los héroes cubanos, que a veces no nos damos
cuenta de que eran unos muchachos, y estos eran casi niños, y si le
poníamos demasiado carácter la película no iba a llegar a ninguna parte,
y menos a los jóvenes, que es en quienes está enfocada directamente.
Reinier: Más que construir a los personajes,
construimos relaciones entre ellos, y en eso ayudó mucho la química que
ya traíamos de la vida personal. Había que ser sinceros.
Justo: Nosotros en la escuela siempre vemos a los
mártires como muy lejanos, pero en el fondo no se cuentan sus
sentimientos, solo vemos la carátula de una persona. Cuando le pregunté a
Alejandro como sería mi personaje me dijo: “Tu personaje eres tú, eres
tú, pero en esa situación, viendo la vida desde esa posición”. A mí me
ayudaron mucho las locaciones, leerme el libro de Fermín. Otra cosa que
tuvimos a favor fue que grabamos cronológicamente; entre eso y la
libertad que nos dio Alejandro, el hecho de que todos los actores nos
conocíamos y el compañerismo, fue un cúmulo de cosas que hicieron que
todo funcionara, que nos ayudaron a hacerlos humanos, a que estuvieran
vivos y que les llegaran al público.
Los primeros minutos de la película, con un ambiente desenfadado y
juvenil, incluso con algunas pinceladas de humor, hacen que la historia
tenga un ritmo ascendente, pues primero se nos muestra el carácter
pueril de estos muchachos, para luego ser testigos de su transformación
cuando la situación se torna tensa.
“Eso tratábamos de mostrar al principio para que hubiera cierta transición, que no fuera una película con la que, desde el inicio, el público estuviera llorando”, cuenta Omar.
¿Cómo lidiaron con la carga emocional que supone esta historia?
Justo: Yo pensaba, si me fueran a matar a mí por
algo que no hice, que no hay vía para salvarme, ¿cómo reaccionaría?
Pensé en la injusticia y pasas por roña, por muchos sentimientos, y como
grabamos las escenas consecutivas como se ven en la película, pasamos
de la cárcel al juicio y del juicio a la muerte. Cuando te pones a
pensar que yo ahora estoy viviendo esto, y aunque no es real, es duro, entonces cómo habrá sido en aquella época.
Omar: Uno le coje lástima a esos muchachos, y
repulsión a los que lo hicieron. Eso me pasó cuando me leí el guion, me
puse mal, te pones bravo con lo que está pasando, y más porque sabes que
pasó, que no estás leyendo una novela, algo de ficción, pasó en
realidad, de esa manera, y nadie hizo nada contra eso. Yo sentía que
tenía que hacerlo perfecto, porque si no defraudaba a alguien.
Carlos: Te da impotencia. Yo siento que fue un
proceso muy emotivo, investigamos, estudiamos, leímos las cartas reales
que luego los padres escribieron al gobernador, y encontramos datos muy
fuertes. Por ejemplo, el padre de Alonso había sido voluntario español,
incluso financiaba armamento para ellos, o sea que probablemente uno de
los fusiles que mató a su hijo lo haya pagado él. Eran datos demasiado
fuertes que intenté obviar porque se suponía que mi personaje no lo
sabía. Cuando leí las cartas del papá me di cuenta de que en realidad él
fue la persona que marcó la vida de Alonso, no tanto la mamá que es la
que aparece en la película.
Amaury: Una cosa que nos ayudó es que somos jóvenes,
somos cubanos, somos sensibles, tenemos muchas cosas en común con
nuestros personajes, entendemos o intentamos entender qué es que le
digan a un muchacho que lo van a matar.
Justo: Terminábamos de grabar a las 9 de la noche y
nos recogían a las cuatro de la mañana, dormíamos pocas horas, el
desgaste físico y emocional era tan grande que nos condicionaba. También
en las escenas en la cárcel Alejandro nos mantuvo encerrados de verdad,
solo nos dejaba salir para comer, ir al baño o si alguien quería fumar,
y eran cárceles que llevaban mucho tiempo cerradas.
Cada uno de ellos recuerda la experiencia de Inocencia de una manera
particular, pero en algo todos coinciden: “Nos divertimos mucho”. Y
pudiera parecer raro, incluso inapropiado hablar de diversión en una
película de esta naturaleza, pero tal como sus personajes, ellos son
jóvenes, y el ambiente de filmación fue tan agradable que el trabajo
resultó un espacio de mucho disfrute.
Dicen que todo fluyó muy bien, ¿por qué?
Ricardo: Nos sentíamos en familia.
Yasmani: Yo creo que todo el mundo estaba conectado,
y Alejandro también disfrutaba mucho eso. A veces uno se pregunta, ¿por
qué se divierte la gente en el rodaje si es una película triste? Bueno
en el momento que hubo que sufrir se sufrió, pero el momento de sufrir
dura una hora, y estamos desde las 6 a. m. hasta las 6 p. m., si te lo
pasas sufriendo no llegas al final.
Luis Manuel: Después de los ensayos salíamos y
compartíamos en casa de alguien, o nos íbamos juntos para un concierto.
Además, todos estábamos por la misma causa: somos jóvenes; teníamos en
las manos una película con un buen guion. Cuando te encuentras con un
buen guion todo sale, estábamos motivados para defender la historia; muy
pocos habíamos hecho cine; casi todos arrancábamos en la pantalla
grande; teníamos muchas ganas de hacer la película.
Ricardo: Y de hacerla bien.
Amaury: También Alejandro, Yaremis y Amílcar nos
contagiaron con la pasión que ellos tenían por la obra, porque es una
obra de ellos tres. El primer día que Ale fue a hablar con nosotros no
pudo hablar, se emocionó, y eso nos marcó.
Ángel: Desde el proceso de prefilmación todo estaba
muy claro, la visión del director sobre la escena, cuál era su
propuesta, lo que pretendía, después que uno estudia todo eso gana
tiempo.
¿Cuál fue la escena más difícil?
Carlos: Para mí fue cuando fusilan a mi hermano
negro, porque el cine es muy técnico, lo hice sin referencias, frente a
mí no había nadie, ya la toma del fusilamiento del hermano había pasado y
lo único que tenía delante era una cámara, es complicado.
Omar: Fue difícil la escena de cuando nos dan la
noticia de que nos van a fusilar porque primero grabaron a Ray (Raysel
Cruz, oficial Manuel en la película) y luego a nosotros, era la primera
vez que hacía cine. Ahí también me pasó una cosa muy rara, en el guion
mi personaje debía desmoronarse y caer, entonces a Carlitos le tocó
hacer la escena primero y él hizo lo que me tocaba a mí y yo después no
sabía que iba a hacer, hice lo primero que se me ocurrió.
Ricardo: Para mí también fue la escena en la que me
dicen que me va a matar, porque ese día por la mañana yo estaba muy
activado, pero esa escena la grabamos al final, después de almuerzo que
yo tenía mucho sueño y empecé a tomar café, no sabía cómo la iba a
hacer, por eso la tuve que repetir tres veces.
Luis Manuel: Esa es la única escena que no me gusta
de la película, cuando nos dicen que nos van a matar, mi reacción fue
fatal. Aunque yo tuve récord de tomas, en la escena del cementerio,
cuando nos paramos a hablar delante de la tumba de Gonzalo de Castañón,
lo repetimos como 25 veces, el texto estaba muy complicado. La del
fusilamiento no fue la más difícil, pero la recuerdo bien porque,
primero, le tengo terror a los estopines (pólvora para simular los
disparos) porque había tenido un accidente en la primera temporada de
Lucha Contra Bandidos, me partieron la cabeza, y ahora tenía cuatro
estopines; también ese día era el último de rodaje y tenía a todo el
equipo delante, era el final, en fin, tenía ganas de morirme, de que
ellos me mataran. Esa parte fue como una despedida, yo estaba tranquilo,
pero no me preparaba para las escenas, todo fluyó de una manera muy
real. Cuando oí el “preparen” las piernas se me aflojaron, empecé a
llorar, a aguantarme para que no se me salieran las lágrimas, de hecho,
me subió la presión, me dolía la cabeza, y hasta me tuvieron que atender
en una ambulancia.
Reinier: En la escena de la muerte caí con la mano
mal, debajo del cuerpo virada, y no me podía mover porque le echaba a
perder la escena a Luis Manuel.
Amaury: Mi escena complicada fue cuando pronuncian
mi nombre entre los que van a fusilar, que yo decía que estaba en
Matanzas. Claro, porque además, hacer esas escenas tan duras después de
almuerzo… Yo dormía pensando en esa escena, porque en el resto de la
película lo que hacía eran cositas muy pequeñas, sencillitas.
Yasmani: Las escenas en la cárcel fueron duras, lo
demoraban adrede, pero para mí la más complicada fue en la que encuentro
los restos de los muchachos, porque tenía que salir en una sola toma,
había un aclírico que se podía rayar, tenía que estar muy concentrado.
Pero al final no salió a la primera y hubo que volverlo a grabar desde
otro ángulo.
Justo: Mi personaje no habla tanto, es más bien todo
desde el silencio y desde la mirada, pero una escena complicada es la
del cementerio frente a la tumba de Castañón, porque era la primera vez
que hablaba, era su presentación. Ahí se hablaba del tema por el que iba
a pasar toda la película, y para mí era muy importante esa escena, de
hecho fue la que más ensayamos. También la escena de los ratones en la
cárcel.
Alejandro siempre insiste en que es una película dirigida a los jóvenes, ¿ustedes creen que se logró ese objetivo?
Amaury: Yo estoy seguro de que sí, porque la gente
nos reconoce, nos agradece, y lo hacen los jóvenes. Al cine iba gran
cantidad de jóvenes.
Ricardo: La gente venía a agradecernos súper emocionada.
Omar: Yo creo que sí, mucha gente nos para en la
calle a preguntarnos si los hechos de la película son ciertos, como la
historia de los abakuá, que mucha gente no lo sabía, o si de verdad
Fermín era masón. Creo que la juventud a partir de ahora lo va a ver
como lo que es, un día luctuoso. Yo aprendí mucho con la película y creo
que eso mismo le ha pasado a mucha gente que la ha visto.
Justo: Sí, sí se logró. De hecho tengo amigos que
fueron al cine, que le recomendaron la película a otros amigos que jamás
yo me imaginé que la vieran, que fueran a buscar el libro de Fermín en
Internet. Si una persona se interesa por algo, y va más allá de lo que
puede ser el producto, entonces sí les llegó
Yasmani: Los muchachos que estudian medicina también
se acercan a nosotros, gente joven que yo pensaba que no estaba para
esto, pensaba que le iba a interesar más a la gente mayor que le gusta
la Historia de Cuba, y cuando vimos que después de la película hubo
cinco minutos de aplauso, y en el cine después la gente gritando Viva
Cuba Libre, no entendía nada.
Luis Manuel: Alejandro quería que no fuera algo
encartonado, como suele suceder con las películas de época, y yo creo
que al final se logró, la gente queria saber como habian sucedido
realmente las cosas.
¿Cuánto ha marcado sus carreras esta película? ¿Es su proyecto más importante?
Carlos: Esta fue la primera película cubana que hice con el ICAIC, y siento que es lo más importante que he hecho en mi carrera.
Omar: Para mí también, fue lo más importante.
Ricardo: Hasta ahora sí, yo estaba descubriendo el mundo, no había hecho nada, ni en televisión ni nada, solo teatro en la escuela.
Amaury: Yo venía de hacer televisión, telenovelas y
eso, y las condiciones en las que se hace televisión en Cuba son
pésimas, 16 escenas diarias, que a la sexta escena ya no eres el
personaje, ya no eres nada, cuesta mucho trabajo. Y entonces llegar al
ICAIC, estar ahí, las condiciones, el respeto, la profesionalidad, la
producción.
Yasmani: Para mí sí, yo me despertaba todos los día
con mucha energía. Estar en un proyecto de estos era una oportunidad muy
grande. Esta es una película que es como pararte por primera vez a
batear y meter un jonrón.
Reinier: Estoy muy contento de haber hecho este
filme, porque soy habanero y soy masón, y La Habana le debía una
película a esa página de la historia y a un hermano masón como Fermín,
que siempre está a la sombra de Martí.
Luis Manuel: Tengo muchos proyectos importantes para
mí, pero este marcó un antes y un después, totalmente. Fue despertar de
muchas cosas, no tiene nada que ver con la aceptación de la gente, para
mí, como un proceso personal, como artista, como ser humano, me marcó
de verdad.
Justo: Ufff! Para mí esta película ha sido lo más
grande, porque yo había hecho televisión, pero no cine. Y entrar al cine
en un personaje y en una película como esta, ha sido una de las mejores
cosas que me ha podido pasar en la vida, marcó en mí, en mi tierra, en
mi familia, en mis amigos.
Una última pregunta los dejó a todos en silencio, pensando la repuesta durante unos segundos:
¿Qué se llevan de la película?
Carlos: Uno aprende a valorar la vida, lo que tienes
y lo que eres, y el futuro que puedes tener y que a esos muchachos le
troncharon. Es un suceso demasiado fuerte y siento que ese personaje
pasa a ser como parte de mi familia, como de mi árbol genealógico. Sentí
una conexión muy fuerte en ese momento con Alonso, para siempre será
parte de mí y de mi carrera.
Amaury: Son tantas cosas… no nos quedamos así porque
no tengamos nada que decir. Pero diría que vivencias que te hacen una
persona más madura. La gente te reconoce y empiezas a descubrir que te
admiran a ti, es como un despertar, yo me sentía Perugorría cuando hizo
Fresa y Chocolate, o Isabel Santos en Clandestinos.
Yasmani: Yo creo que saber lo que sucedió en
realidad, que uno nunca sabe en qué momento puede estar en una situación
como esa, saber lo que es estar al borde de la muerte, en esa tensión.
Ángel: Yo me llevé tremendos deseos de hacer cine, era mi primera vez y ojalá que me lleguen más oportunidades.
Justo: También esta película por lo que más me
interesa es porque no toca tanto los temas políticos como el
sentimiento, llega a las personas, estás viendo algo humano, y que la
gente te agradezca, es muy bonito.
Reinier: El respeto que no sentía antes por Fermín Valdés Domínguez.
Luis Manuel: Yo me llevo un gran regalo de
cumpleaños, el más lindo que puedo tener, porque el 27 de noviembre, el
día que se estrenó la película yo cumplía 27 años. Me llevo un
crecimiento como actor y como ser humano, fue otra manera de vivir y de
trabajar, nunca había tenido esa sensación, cambiaron muchas cosas
conmigo.
Omar: Para mí fue como un sueño, nunca había hecho cine y era un deseo grande que tenía.
“Yo extraño la película”, así comenta Luis Manuel antes de irnos,
“quiero volver a filmarla con ustedes, de verdad, fueron momentos muy
bonitos, quisiera hacer otras así, con la misma energía, con el equipo,
todo funcionó perfectamente bien”.
Cuando este 27 de noviembre se reponga Inocencia en los
cines, o se transmita a través de la Televisión Nacional, ya no será lo
mismo. Ahora los niños sabrán que a Alonso le gustaba regalarle rosas a
su madre; que Ángel leía la poesía de Walt Witman; que José de Marcos y
Medina usaba espejuelos; que Anacleto pretendía casarse con una señorita
de sociedad; o que Fermín Valdés Domínguez no descasó hasta esclarecer
la historia de sus compañeros asesinados, y, a la distancia del tiempo,
demostrar su inocencia.
Tal como otras cintas emblemáticas del cine cubano que se han
convertido en patrimonio histórico de este país, el filme que con tanta
pasión defendiera Alejandro Gil entrará a formar parte de ese pedacito
de historia. Sus protagonistas serán recordados siempre como aquellos desafortunados jóvenes a los que la furia les arrancara la vida.

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