Marco Rubio quiere ser rubio
Por Patricio Montesinos.
No nos asombremos cuando un día el senador de origen cubano Marco Rubio
aparezca en el Congreso de Estados Unidos con su pelo pintado de rubio
para congraciarse o robarle el protagonismo, mejor dicho, el show al
presidente Donald Trump.
El legislador republicano por la Florida, un iracundo anticubano y por cierto antes acérrimo contrincante de Trump,
continúa siendo el principal actor del ya aburrido culebrón que contra
la mayor de las Antillas se escenifica en Washington relacionado con
supuestos “ataques sónicos” a diplomáticos estadounidenses en La Habana.
Rubio, y su “amiguete” de andanzas de
agresiones a Cuba, el demócrata Robert Menéndez, representaron esta
semana un nuevo capítulo de la más reciente vulgar novela, al organizar
en el Senado una audiencia dirigida a continuar difamando de la nación
caribeña con maliciosas e infundadas acusaciones.
Lo hicieron pese a que el Buro Federal de
Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), otras agencias
especializadas del Departamento de Estado norteamericano,
investigaciones exhaustivas realizadas por las autoridades cubanas, y
expertos internacionales, han reiterado que no existe evidencia de
ningún tipo sobre la ocurrencia de los llamados “ataques sónicos”.
Es bien sabido que el guión del referido
culebrón ha sido escrito con el claro objetivo de seguir tensando las
relaciones entre los dos países vecinos, y como un pretexto para que la
Casa Blanca retornara, como ya lo hizo su actual inquilino, a la
fracasada política agresiva hacia la mayor de las Antillas.
El gobierno de Cuba, a través de la
Directora General de Estados Unidos de su Cancillería, Josefina Vidal,
afirmó este martes que el verdadero propósito de la reciente audiencia
en el Senado de Washington no era establecer la verdad, sino imponer por
la fuerza y sin prueba alguna una denuncia que no han podido demostrar.
Vidal enfatizó que su país rechaza la
politización de ese tema y las medidas injustificadas que ha adoptado la
Casa Blanca, con un alto costo para sus compatriotas, la emigración de
la nación caribeña y el pueblo estadounidense.
No es nuevo, ni mucho menos, que los
regímenes de turno de Washington hayan buscado pretextos infundados para
mantener asediada a la Revolución cubana, desde su mismo triunfo, el 1
de enero de 1959.
Tampoco es novedoso que personajes
arribistas y mafiosos como Rubio hagan carrera política y se enriquezcan
a costa de posturas hostiles hacia Cuba, e incluso consigan manipular a
mandatarios del imperio del Norte.
Ese senador republicano, enemigo sin
tregua de Trump en la pasada campaña electoral norteamericana, ahora se
aprovecha de un magnate emperador poco experimentado, y hasta es capaz
de pintarse el pelo de rubio para hacerle la corte, o cuidado,
suplantarlo.
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