Como cambian las cosas para Cuba
Por Arthur González
Cuba era condenada porque exigía a sus ciudadanos un permiso de salida y
una carta de invitación, para realizar un viaje a otro país por interés
personal.
Nuevos
cambios introducidos en 2013 en su ley de migración y reajustes en su
política de viajes, eliminaron tales requisitos y entonces se pudo ver a
las claras que ambos no eran la verdadera causa que impedía a cubanas y
cubanos disfrutar de una estancia en el exterior, sino la dificultad
para obtener un visado en alguna embajada.
Cualquier ciudadano del llamado “mundo libre”
que desee ir como turista a otro, solo debe contactar con una agencia
de viaje que le organiza su recorrido, incluidas las visas y boletos de
avión. Para esos no hay exigencias que si les exigen a los cubanos y
hace un penoso martirio lo que pudiera ser un deleite.
Desde
1966 Estados Unidos aprobó la llamada Ley de Ajuste Cubano, la cual
permite que cualquier cubano residente en la Isla que llegue al
territorio yanqui, solicitar asilo político con solo decir a las
autoridades migratorias que “huye del comunismo”, algo que politiza ilegítimamente el movimiento migratorio.
Esa fue
la solución que encontró la administración de Lyndon B. Johnson, para
legalizar el estatus migratorio de los que llegaban ilegalmente a las
fronteras estadounidenses, principalmente esbirros del dictador
Fulgencio Batista y sus seguidores, los atemorizados por las campañas
mediáticas contra la Revolución y aquellos padres que se dejaron engañar
con la falsa Ley sobre la pérdida de la patria potestad, circulada por
agentes de la CIA, y enviaron solos a sus hijos a los Estados Unidos,
como parte de la tenebrosa Operación Peter Pan.
La Ley
de Ajuste, aún vigente, privilegia solo a cubanos y de ahí el temor de
varios países en facilitarles visas, pero lo que, si resulta indignante y
hasta humillante, son los requerimientos que muchas embajadas solicitan
solo a los cubanos para entregarles un visado, entre ellos mostrar una
cuenta bancaria, violando el secreto bancario y la privacidad personal,
escrituras de sus propiedades y hasta reservaciones en hoteles.
¿A que ciudadano francés, turco, austriaco, australiano o argentino, se les exigen esos requisitos para visarle su pasaporte?
Muchos
de los cónsules que hacen esas solicitudes a los cubanos no tienen ni
casa propia, ni cuentas de ahorro, al igual que sus compatriotas que
visitan a Cuba.
De eso
la prensa de Estados Unidos no hace campañas, ni sus aliados denuncian
como se les limita la libertad a los cubanos para viajar. Sin embargo,
cuando los llamados “disidentes”, fabricados y sufragados por
Estados Unidos, viajan a México, Colombia, Chile, España y a los propios
Estados Unidos, nadie les pide nada de lo que le obligan a mostrar a
los cubanos que pretenden visitar familiares o amigos. Sobre ese
proceder discriminatorio nada se habla.
A partir
de las medidas adoptadas por el presidente Donald Trump en octubre de
2017, de no emitir más visas en la Habana para visitas temporales,
contraer matrimonio con ciudadanos norteamericanos, o de reunificación
familiar, los cubanos están obligado a viajar a México y a Colombia para
asistir a las entrevistas que se le programan en los consulados de
Estados Unidos, con el fin de evaluar si se les entrega o no el visado.
Por
supuesto que, para obtener el codiciado visado de ambos países, los
cubanos tienen que mostrarles a los funcionarios consulares su estado de
cuenta bancaria y las escrituras de sus propiedades, y solo después de
evaluar cada caso el cónsul accede o no a visarlo, lo que resulta un
tratamiento denigrante en un mundo que incrementa los movimientos
migratorios y el turismo.
Para
demostrar el injusto trato que reciben los cubanos, que no es criticado
por las organizaciones de Derechos Humanos que antes cuestionaban a
Cuba, basta con conocer lo que Colombia ha impuesto a su consulado en
Miami, donde sus funcionarios declaran que “el consulado de Colombia
en Miami no tiene obligación de otorgarle visa a los cubanos que
quieren reunirse con sus familias en Bogotá y para obtener la visa hay
un proceso con requisitos que deben ser respetados”.
Desde
que el Departamento de Estado anunció que procesaría las visas de
inmigrantes para cubanos en su embajada en Bogotá, y las de no
inmigrantes en México, la afluencia de cubanos solicitando visas a
Colombia es masiva, tanto en La Habana como en Miami, pues los
familiares residentes en la Florida desean asistirlos económica y
técnicamente antes de las entrevistas en el consulado yanqui.
Lograr
una cita en los consulados de México y Colombia en la Habana es una
verdadera odisea, sin la certeza de obtener el permiso de internamiento,
algo que aprovechan los especuladores para sacarle dinero a los
interesados.
Antes
del 2013 las acusaciones eran contra Cuba y fue común las denuncias
sobre su política migratoria. Ahora que ya esas trabas desaparecieron y
hasta los “disidentes” viajan constantemente a recibir
entrenamiento en otros países, o para participar en eventos donde se
condena a la Revolución, no hay una sola acusación contra aquellos
países latinoamericanos, Estados Unidos, Canadá y de la Unión europea,
por sus prácticas discriminatorias y violadoras de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de la ONU.
Ahora
nadie se acuerda de la libertad de viajar, de movimiento ni el respeto a
la vida privada, las normas impuestas por esos países no violan nada,
al final ellos responden a un modelo capitalista que, a su decir, es el “paladín de los derechos humanos”.
Mientras,
las familias cubanas no tienen derecho a reunirse, festejar juntos y
pasar buenos momentos unidos. Así son los que imponen las normas que
rigen hoy el mundo.
Exacto fue José Martí cuando sentenció:
“Algo que daña mucho el ejercicio de un derecho, es la hipocresía del derecho”